En muchas ocasiones, los cristianos nos referimos al infierno como un lugar de castigo eterno; pero, ¿realmente creemos lo que decimos? Mike Richardson hace una reflexión sobre nuestra verdadera incredulidad sobre la existencia del infierno. Si realmente creyéramos que el infierno es un lugar de tormento eterno, seríamos verdaderos testigos fieles, predicando el Evangelio a toda criatura. Si no podemos compartir el Evangelio en nuestro entorno inmediato, en nuestra propia familia, en nuestro vecindario, en nuestro lugar de trabajo, no podremos ser testigos fieles más allá.
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